Muchos me han preguntado cómo fue que recuperamos el funcionamiento de mi tiroides en sólo 2.5 años. La cosa empezó en mi primera cita con Ramón Pous, mi kinesiólogo. Me mandó un cambio de dieta total. Me quitó mucho de lo que aún comía de comida procesada, retiró gluten y casi todos los lácteos, esos la verdad es que no los he quitado del todo a pesar de que lo he intentado mucho. En casa no existen las salchichas comerciales, el jamón ni nada de embutidos. De vez en cuando podemos comer algo de jam´øn serrano pero es un proceso totalmente distinto en su elaboración. Los quesos que comemos son de leche de vaca feliz y de preferencia que no haya sido pasteurizada en forma industrial.
Metimos mucha más verdura, aceite de coco a modo cuasi medicinal, yodo, magnesio y selenio, vitamina D3 y probióticos. Ahora que han pasado los años me doy cuenta de que en realidad me hizo una especie de “cleanse” que duró mucho más de los clásicos 21 días. Esta limpieza duró tanto que sin duda ya es mi forma habitual de comer. Hay rachas en las que bajo un poco la guardia y me doy más permisos pero en términos generales me enseñó a comer para que mi cuerpo esté alimentado de manera celular. Una vez que comenzamos a meter lo bueno, fuimos sacando lo malo no sólo de mi dieta personal sino de la familia. La ventaja cuando la mujer es quien comienza con el cambio de hábitos alimenticios, es que inevitablemente permea la forma en que come toda la familia. Conforme avanzamos en la alimentación también fuimos limpiando muchos bloqueos emocionales que se me habían ido a la tiroides. Poco a poco fuimos bajando la medicina farmacéutica y haciendo estudios de perfil tiroideo para ver que íbamos por buen camino. Me parece que 2 años y medio no son nada comparados con los 18 que estuve usando el Novotiral y con el diagnóstico médico de que lo tomaría por siempre.