Siempre me ha gustado más el frío que el calor pero creo que acabo de descubrir que soy un ser más de montaña que de planicie.
Este agosto tuve la fortuna de hacer un viaje a Los Andes peruanos, estuve en un trabajo espiritual con una cultura maravillosa que son los Q’ero.
Hice un viaje pa’dentro, un viaje de esos a los que se va una persona y llega algo muy parecido a ti pero ya no eres la misma.
Lo más lindo de este viaje fue ver la pureza de alma en los ojos de la gente que tan amorosamente nos acogió, nos cuidó del frío, nos cocinó y nos mostró las entrañas de su cosmovisión.
Tenemos mucho que aprender sobre el respeto a la Madre Tierra, tenemos mucho que aprender sobre la complejidad y la simplicidad de la vida.
De pronto me parece que ponemos énfasis en cosas que en realidad no tiene relevancia y se nos olvidan las más fundamentales.
Vivimos de prisa y preocupados por eventos y situaciones pero nos olvidamos de nuestros sentimientos, de nuestros cuerpos, de cuidarnos, de amarnos.
¿En qué nos convertimos? ¿Queremos ser esos seres que ni siquiera se ven a los ojos cuando nos hablamos? ¿Queremos no tener tiempo para compartir con nuestra familia y nuestros hermanos de camino?
Parar un poco a preguntarse ésto y muchas cosas más es algo que vale la pena hacer sin importar lo mucho que creas que te das tiempo y la cantidad de trabajo espiritual que hagas. Siempre hay algo más que podemos avanzar en nuestro camino.
Hoy sólo me siento agradecida y afortunada de lo que viví, de quien soy y de los amores que me rodean.
¡Urpillay Sonqollay!