UN SEPTENIO WALDORF

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, pasé de mi primer fuego de San Juan al cierre de cursos de sexto de primaria de mi hijo mayor.

 

Hace siete años llegué a la pedagogía Waldorf sin saber mucho de Steiner y la antroposofía; sin saber que llegaba para darle un gran regalo a mis hijos, y para mí, el gran refugio que me acogería en mi Noche Oscura del Alma.

 

Desconocía que estaba por abrir mi caja de Pandora, y que toda la enseñanza que recibí en mis grupos de estudio antroposófico y la comunidad en la que viví, serían clave para poder “surfear” las olas de esa noche sombría.

 

Este verano terminó nuestro ciclo en la escuela, en la que durante siete años pasamos de todo: crecer, tejer, reír, llorar, cantar, caminar en el bosque. Amar lo más sencillo frente a nuestros ojos y hacernos fuertes para salir a un nuevo mundo lleno de sorpresas, experiencias y gente nueva.

 

El capullo llegó al punto en que necesitaba mutar para seguir su evolución, y hoy descubro que ese capullo fue quien me trajo a este mundo de duendes, hadas y ángeles. En el mundo espiritual, el alma de mi hijo pidió que llegáramos ahí desde el mundo material para aprender las enseñanzas que tuvimos.

 

Estoy agradecida de lo vivido, sorprendida de la belleza y la fuerza de la luz, así como de las fuerzas no tan luminosas que andan en cualquier lado y de pronto son más fuertes de lo que uno piensa.

 

Puro amor y luz en el camino de mi #chiquitín, que sale de este septenio a sus trece añitos con momentos de amor y de dolor, pero con fuerza en su corazón. Todo es perfecto y preciso, más de lo que a veces podemos apreciar.

 

Yo también viví una época mágica entre rondas, faroles, urdimbres y explicaciones de lo que somos capaces de hacer en nuestro camino en este plano.

 

Gracias, gracias, gracias.

 

Start typing and press Enter to search