Los lustros siempre me han parecido importantes, pero las décadas son por demás un momento de reflexión.
A los 40 me sentí como a los 30, igual de joven, igual de jovial, aunque más madura. La piel de pronto no es la misma de antes. Algunas hormonas suben y otras decrecen; hay partes de mi cuerpo que ya no son como a los 40; sin embargo mi alma está mucho más en paz.
A los 40 cambié de piel, dejé un mundo de muchos años de trabajo publicitario que durante mucho tiempo me hizo feliz, pero que al final me costaba demasiado esfuerzo. Ese cambio de piel se convirtió en la mejor oportunidad de mi vida para conocerme, para hacer lo que realmente quiero, para encontrar mi misión.
Hoy encuentro que en este trayecto he ganado muchos amigos, mucha gente nueva que comparte mi forma de ver la vida. De igual forma he perdido gente del pasado que amo profundamente, pero con la que dejé de tener puntos en común.
Me han dolido muchas situaciones, diversos desencuentros, pero sé que estoy avanzando con la gente que me quiere, con la que siento que deseo seguir trabajando y haciendo historia. Llego a los 50 feliz, plena, con trabajo personal y con mucho por hacer.
Mi objetivo actual es hacer la mejor versión que puedo ser a mis 50 años: dándome todo el amor que me puedo dar, toda la comprensión, aprendiendo a aprender, a enseñar lo que hasta hoy he aprendido.
Agradezco a cada una de las personas que han estado en mi vida, porque sin ellas yo no sería lo que soy ahora. Amo estar viva, amo más, amo mis faltas y amo lo que queda por vivir.
Gracias, gracias, gracias a todos los que son parte de estos 50 años.
Tatiana.